¿Pueden tener derechos los robots?

¿Pueden tener derechos los robots?

La pregunta suena absurda y la respuesta parece obvia: NO.

La abogada Kate Darling (@grok_) no lo tiene tan claro y desde hace meses lleva a cabo workshops para estudiar la interacción de personas con los llamados «robots sociales» (máquinas autónomas con forma humana/animal que se comunican e interactuan con las personas a un nivel emocional e incluso aprenden de ellas).


El experimento que hace Kate es muy curioso: primero reparte entre la audiencia varios Pleos y deja que la gente juegue con los pequeños dinosarios durante un rato. Luego les da cuchillos y artilugios similares y les pide que los destrocen, cosa que prácticamente nadie está dispuesto a hacer, lo cual es llamativo porque seguramente ninguno de ellos tendría ningún problema en tirar a la basura un modelo antiguo de coche teledirigido.


¿Por qué ocurre eso? Quizás la explicación es que los robots sociales tienen forma humana o animal y pueden mostrar un comportamiento autónomo que los hace parecer «vivos» y ello provoca una reacción emocional en nosotros, como se ha demostrado en un estudio reciente.


Basándose en los resultados de tus experimentos, Darling propone llegar todavía más lejos y pone sobre la mesa la conveniencia de otorgar ciertos derechos a estos robots sociales, como se ha hecho en la legislación para prevenir el maltrato animal. Su razonamiento es interesante ¿cuál es la razón de ser de esta normativa? ¿se trata sólo de evitar su sufrimiento? Si así fuera ¿por qué se protege a los perros pero no a los insectos? Quizá no se trate tanto del maltrato hacia los animales sino de nuestra reacción emocial frente a ese acto de crueldad, concluye Kate para justificar su tesis. En mi opinión el planteamiento es cuestionable y no lo comparto porque podría llevar al absurdo de tener que atribuir derechos a cualquier máquina u objeto que nos suscite algún tipo de empatía.


De forma similar, Jincey Lumpkin plantea en una charla de TED el tema de derechos de los robots, en este caso desde la perspectiva sexual. La ponencia empieza con una pregunta interesante ¿cuándo un robot deja de ser una máquina y se convierte en «alguien»? para, inmediatamente, plantear otra cuestión más agresiva ¿puede un robot ser violado? Hay que aclarar que no se está refiriendo a muñecas hinchables más o menos sofisticadas sino a un humanoide llamado Roxxxy dotado de un cierto grado de inteligencia artificial que le permite tener conversaciones, responder al tacto y recordar tus gustos.


¿Puede prestar su consentiemiento un humanoide de estas características? En el caso de que no tenga opción de negarse al acto sexual, Jincey sugiere que sería un supuesto parecido al de la esclavitud, que debería estar prohibido. Creo que de nuevo se están llevando las cosas al extremo y que para poder empezar a plantearse el otorgar algún tipo de personalidad a dichos robots, antes deberían demostrar un grado de autonomía y capacidad de razonamiento muy superior al que tienen ahora.


Foto del usuario de Flickr Esparta
Entradas relacionadas
Dejar una respuesta